jueves, 18 de abril de 2024

UE - Turquía: y volvamos al amor...



Hay momentos en la vida en los que las estrofas o los estribillos de una vieja canción acompañan – voluntaria o involuntariamente – acontecimientos palpables. Noticias tristes, sorprendentes, dramáticas, aberrantes… impactantes. Los insomnes adictos a la información nocturna, devoradores de últimas horas que muy raras veces inciden en los destinos de la Humanidad, tienen la manía de asociar la noticia a la letra de alguna copla cuyo recuerdo perdura en memorias privilegiadas

Olvidemos nuestro enfado, olvidemos nuestro enfado y volvamos al amor, cantaba allá por los años 60 del pasado siglo la famosa interprete francesa Marie Laforêt. Un sugestivo acompañamiento éste para la información procedente de Bruselas, sí, de Bruselas, que se hacía eco del deseo de los líderes de la Unión Europea de establecer – restablecer, mejor dicho – una relación mutuamente beneficiosa con Turquía, destinada a crear un entorno estable en el Mediterráneo oriental.

Señalaba la declaración de los jefes de Gobierno de los 27 que la Comisión estaba trabajando en la elaboración de un paquete de medidas que incluían el reinicio de consultas sobre la modernización del acuerdo de unión aduanera, la liberalización de visados para los ciudadanos turcos negociada por Ankara desde hace más de una década y las más que accidentadas negociaciones sobre la adhesión de Turquía a la UE. En resumidas cuentas: un auténticamente fingido volvamos al amor.

Un amor que en esos momentos no comparten los despechados novios turcos, que se habían hecho a la idea de que los eurócratas de Bruselas brillan por ser adalides de la estrategia del palo y la zanahoria. Los novios saben que la cacareada luz al final del túnel no deja de ser un mero espejismo.

¿Reanudar el diálogo con la Turquía de Erdogan? Decididamente, se trata de un… mal útil. El mapa geopolítico de Oriente está en plena mutación. Los vasallos de ayer se han convertido en los guerreros de hoy, en los lideres de mañana.  Los vasallos de ayer han dejado de acatar órdenes.

En su reciente negociación con la Casa Blanca, Erdogan puso precio al ingreso de Suecia en la OTAN: 13.000 millones de dólares, una flotilla de cazas F 16, otras ventajas ocultas para Ankara. Por otra parte, Erdogan se ha distanciado mucho de la postura de Occidente, criticando la política de Israel, la guerra de Gaza y el conflicto, cada vez más patente, entre el Occidente colectivo y el mundo islámico. Por si fuera poco, Turquía baraja la posibilidad de pedir el ingreso en los BRICS, el bloque económico liderado por Rusia y China, que cuenta actualmente con una cuarentena de solicitudes de adhesión. La estrategia de los BRICS contempla la voladura de la estructura económica internacional creada después de la Segunda Guerra Mundial y liderada por los Estados Unidos y la desdolarización de los intercambios comerciales. En las Cancillerías occidentales proliferan las señales de alerta: Turquía se nos va. Y no sólo Turquía. 

Otros vecinos del país de Erdogan – Georgia y Armenia – se hallan en pleno proceso de ebullición. Las autoridades de Ereván tratan de deshacerse de la tutela del Kremlin. Se trata de una maniobra de los gobernantes armenios, que apuestan por una nueva alianza con Bruselas y Washington. La apuesta no cuenta con el beneplácito de la opinión pública. Los armenios recuerdan que Rusia fue, durante siglos, la única protectora de la minoría cristiana del Cáucaso. Cabe preguntarse si el nivel de vida de la población experimentará mejoras notables bajo el paraguas – los paraguas – de Occidente.

Georgia, país candidato al ingreso a la UE desde el pasado mes de diciembre, tiene que hacer frente a una oleada de protestas provocada por el acalorado debate de un proyecto de ley destinado a limitar la actuación de agentes extranjeros.  La oposición clama que se trata de una copia conforme de la legislación coercitiva rusa de 2014. Otros recuerdan que dicha normativa legal es vigente en varios países occidentales, entre ellos, los Estados Unidos. Pero los ánimos se están caldeando. ¿Se puede contemplar un posible enfrentamiento civil?

Curiosamente, en los tres casos intervienen factores externos. Lejos quedan de tus estrofas, admirada Marie Laforêt… y volvamos al amor. Hoy en día, el mundo se rige por el mantra: haz la guerra, no el amor. Los tiempos cambian…


domingo, 14 de abril de 2024

¿Contención?


Octubre de 1978. Las oficinas de la censura del Ministerio de Información de Irán se habían convertido en un lugar muy concurrido. Los periodistas extranjeros enviados a cubrir los disturbios que precedieron la caída del Sha se amontonaban para escuchar los mensajes dirigidos al pueblo persa por un clérigo exiliado en Francia: el ayatolá Jomeini. Eran llamadas a la rebelión, a la lucha contra el despótico régimen de Mohamed Reza Pahlevi, el rey de los reyes, emperador de los emperadores.

¿Las grabaciones de Jomeini? No, no temeos copias. Pero podrán encontrarlas en el Bazar, aseguraba Farideh, la joven interprete licenciada en filología inglesa por la Universidad de California. ¿Mis opiniones políticas? Miren; nosotros, los expatriados, hemos probado el néctar de la democracia…

¿Y el programa político de Jomeini, señorita Farideh? ¿Qué opina el último punto del mensaje: la destrucción de la entidad sionista, del Estado de Israel?

En Irán viven muchos judíos. Pero hay poca simpatía por lo hebreo entre las clases populares, contesta la joven traductora.

En aquella época, el Estado de Israel contaba con una nutrida representación comercial y consular en Teherán. Sin embargo, la mayoría de sus empleados no se dedicaba al comercio ni a las tareas… consulares. Tras la salida del Sha y el advenimiento de la revolución islámica, el bunker judío del centro de la capital iraní se convirtió en… la representación oficial de Palestina.

El ayatola Ruhollah Musavi Jomeini regresó a Irán en febrero de 1979. Había pasado varios años exiliado en Irak y unos meses – pocos – en Francia. En enero de 1979, en plena ebullición del país persa, el entonces presidente francés, Valery Giscard d’Estaing se reunió en la isla de Guadalupe con su homólogo norteamericano, Jimmy Carter, al que le informó apresuradamente: Mon cher ami, tengo un sustituto para el Sha. Se trataba, según Giscard, de un clérigo iraní, anciano y fácilmente manipulable. Tres semanas más tarde, el futuro líder de la revolución islámica aterrizaba en Teherán.  A su llegada, el ayatolá daba a conocer las líneas maestras de su política, que podrían resumirse de la siguiente manera:

· Establecimiento de la República islámica;

· Unificación de todos los países musulmanes;

· Creación de la tercera potencia mundial, que congregue a los países       árabes productores de petróleo;

· Utilización del “oro negro” como arma para imponer el punto de vista  del Islam en todos los problemas clave para la Humanidad; y

· Destrucción del Estado de Israel.

Los sucesivos gobiernos iraníes siguieron a rajatabla el programa Jomeini.

En 2001, cuando el general Ariel Sharon asumió el cargo de Primer Ministro de Israel, las autoridades de Tel Aviv designaron a Teherán como principal enemigo del Estado judío en la región. ¿Pura paranoia? No, en absoluto. Había indicios para pensar que Teherán estaba poniendo en marcha un ambicioso programa nuclear. Los temores de Sharon se confirmaron años más tarde. Pero las sanciones económicas impuestas entre 2006 y 2010 no surtieron efecto. Con el paso del tiempo, Irán logró afianzarse como potencia militar regional y global. Sus alianzas con los movimientos radicales islámicos de Oriente Medio – Hezbollah, Hamas, hutíes yemenitas, agrupaciones islamistas armadas sirias e iraquíes – lo convierte en un temible adversario de las monarquías pro occidentales de la región y, ante todo, de la abominable entidad sionista. Desde hace más de medio siglo, los ayatolás sueñan con borrar a Israel del mapa; desde hace más de cinco lustros, el establishment castrense hebreo espera una señal para acabar con las instalaciones nucleares iraníes. Pero… hacía falta una chispa, un detonante. El ataque de la aviación israelí contra el consulado de Irán en Damasco fue el pretexto ideal. El régimen islámico se sentía con derecho para lanzar su operativo La Verdadera Promesa.

No vamos a insistir sobre los pormenores de esa espectacular operación militar, una terrorífica exhibición que ha tenido en vilo a los Estados Mayores de numerosos ejércitos. Estiman los estrategas que el forcejeo termino en un empate: Teherán dejó constancia de su capacidad de combate; Israel, la de su eficaz defensa frente a los ataques enemigos.

Al término de la pesadilla, el actual inquilino de la Casa Blanca se precipitó en informar a los ayatolás que los Estados Unidos no participarán en una posible (y muy probable) ofensiva israelí contra la república islámica, mientras que al detestable amigo Netanyahu le aseguró que el fracaso de la operación iraní suponía una victoria de Israel y de sus aliados sobre el malvado régimen de los clérigos chiitas.

Aprovecha la vitoria, le recomendó Biden al Primer Ministro hebreo, recordándole, una vez más, el mantra de las últimas horas: contención.

¿Victoria? ¿Miedo? ¿Contención? Pues bien, al menos de momento, conviene emplear el eufemismo contención. 

martes, 9 de abril de 2024

Eslovaquia de frutas

 

Pero, ¿qué estoy diciendo? En realidad, deberíamos decir Macedonia de frutas. Sería lo correcto y lo más comprensible. Pero en este caso concreto, la balcánica Macedonia nos queda un poco lejos. Esos apuntes tratan sobre la actualidad en otro minúsculo país europeo – Eslovaquia – situado en el corazón de Europa. Un Estado cuyo porvenir inquieta a los eurognomos de Bruselas y a los uniformados atlantistas. Un país que pertenece – junto con la República Checa, Polonia y Hungría, al problemático Grupo de Visegrado, que tantos quebraderos de cabeza provoca en las Cancillerías occidentales. Se trata, recordémoslo, de los díscolos de la UE y también – desde hace algún tiempo – de la Alianza Atlántica.

Polonia, que volvió al redil hace apenas unos meses, no consigue desembarazarse de sus tics autoritarios de sus gobernantes radicales, que tanto molestaban a los eurócratas: vigilancia del sistema judicial, rechazo de las políticas de genero de la UE, intimidación de la Prensa.

Hungría siguió la senda de Varsovia, apostando por el nacionalismo y ¡ay! la férrea defensa de la soberanía y los intereses nacionales, amén de una sospechosa amistad con el hombre fuerte del Kremlin: Vladímir Putin.

Las andanzas del primer ministro húngaro, Víctor Orban, no han terminado. Actualmente, el régimen de Budapest se ha convertido en la oveja negra comunitaria. Mas cuando parecía que los húngaros iban a asumir en solitario su ostracismo, surgió un nuevo protagonista dispuesto a actuar de malo de la película: Eslovaquia.

En septiembre de 2023, el socialdemócrata Robert Fico se alzó con la victoria en las elecciones generales celebradas en el país. Malas noticias para el mundillo bruselense: Fico, que ya había ostentando en cargo de primer ministro en dos ocasiones, no duda en hacer alarde de su postura prorrusa. Un golpe bajo, sentencia el grupo socialista del Parlamento Europeo, que contempla la expulsión o suspensión de la agrupación parlamentaria bruselense de Smer, el partido de Fico, y de su ala disidente, Hlas, liderada por el hasta ahora presidente del Parlamento de Bratislava, Peter Pellegrini. Sin embargo, los dos políticos no tardaron en comprobar que… había vida después del involuntario destierro.

El pasado fin de semana, Pellegrini se alzó con la victoria en las elecciones presidenciales que lograron poner fin a una etapa de dominación conservadora.

Los socialdemócratas se han apoderado del Parlamento, el Gobierno y la Presidencia de la República, señalaba en la noche del domingo el comentarista político de la BBC. Para el público español interesado en la (buena) marcha del proyecto europeo, la lluvia de epítetos empleada por algunos medios de comunicación enturbió una posible y necesaria visión panorámica. Si bien al nuevo Presidente eslovaco, Peter Pellegrini, se le tacha de prorruso y aliado de Viktor Orban el Primer Ministro Fico cumula los calificativos de antiliberal, socialista, prorruso y populista, que moviliza al electorado joven utilizando narrativas de la extrema derecha.

Frente a ellos, hallamos al candidato derrotado, Iván Korčok, exministro de Asuntos Exteriores, un liberal prooccidental apoyado por la oposición liberal y conservadora. Una auténtica Eslovaquia de frutas.

En resumidas cuentas, lo que insinúa esta avalancha de calificaciones (descalificaciones, en este caso) es que el tándem Fico – Pellegrini podría convertir al país en un incómodo aliado de Orban y Putin.

De todos modos, sería recomendable que los lectores de la prensa mainstream de la Península consulten las noticias – muy escuetas y reveladoras – del servicio español de la BBC.

Los coleccionistas de despropósitos recordarán probablemente la disputa entre dos ciudadanos israelíes que termina con la imprecación: ¡Eres un… antisemita! Y la inevitable coletilla:  Pero, ¿qué estoy diciendo?

¡Ay, sí! una auténtica Eslovaquia de frutas.


viernes, 16 de febrero de 2024

Putin no insulta

 

Ahora, que ya sabemos que Joe Biden es el candidato predilecto de Vladimir Putin a la presidencia de los Estados Unidos, que Donald Trump se ha convertido en un personaje demasiado conflictivo para la élite demócrata de Washington, la OTAN y… el Kremlin, no nos queda más remedio que analizar – con una inevitable mezcolanza de humor y preocupación – las nuevas normas impuestas por el actual inquilino de la Casa Blanca en las cada vez más fluctuantes e impredecibles relaciones internacionales. Puntualicemos: al escrutinio diplomático se suma, en este caso concreto, la evaluación lingüística.


La lectura o relectura de la magistral novela El Señor Presidente, del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias nos asombra con el párrafo en el que el líder máximo despide a gritos al medicucho Barreño: ¡Retírese, salga y… llame a ese animal!


¡Yo soy ese animal! explica el secretario del Señor Presidente de la República, acostumbrado con el discurso algo florido de su amo y señor.


En las últimas semanas, Joe Biden tildó al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de idiota, imbécil, mala persona y otras lindezas reproducidas instantáneamente por los principales medios audiovisuales estadounidenses. Curiosamente, no hubo desmentidos de la Casa Blanca; sabido es que Biden no controla sus… lapsus. Pero, ¿se trata de meros traspiés?


En Israel, donde la opinión pública está dividida entre el rechazo a la política llevada a cabo por el líder del Likud y sus socios ultranacionalistas y el apoyo al operativo bélico de Gaza, los reiterados deslices de Biden causaron un profundo malestar.


 Biden, no puedes llamar idiota a nuestro primer ministro; sólo nosotros podemos hacerlo, rezaba el editorial del rotativo Jerusalem Post, una de las pocas publicaciones de referencia en la casi totalidad de los países de Oriente Medio. De hecho, los traspiés de Biden distan mucho de las promesas de apoyo incondicional formuladas por el propio Presidente tras el ataque del 7 de octubre, cuando Tel Aviv manifestó su intención de intervenir militarmente en la Franja de Gaza


Para los redactores del Jerusalem Post, el aliado transatlántico se había equivocado. En lugar de presionar a Israel para que detenga su ofensiva, Estados Unidos y el resto del mundo deberían aumentar la presión sobre el grupo terrorista para que libere a los rehenes y se rinda. Una opinión ésta compartida por la gran mayoría de israelíes, traumatizados por el impacto de la incursión de Hamas. Obviamente, Israel había perdido su halo de fortaleza inexpugnable.

Sin embargo, los analistas y estrategas hebreos coinciden en que Joe Biden tiene sobradas razones para estar molesto con Netanyahu. En primer lugar, porque el jefe del Ejecutivo de Tel Aviv se ha distanciado del plan de Biden para Gaza del día después, de vincular la normalización de las relaciones con Arabia Saudita a un control reforzado de la Franja otorgado a la Autoridad Nacional Palestina, lo que conduciría a la aceptación de la fórmula de dos Estados, rechazada por Israel.

Por otra parte, la insistencia de Netanyahu en mantener a sus socios de extrema derecha Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich en la coalición también debe irritar, así como la percepción de Biden de que el gobierno israelí no está tomando medidas para frenar las acciones violentas de los colonos extremistas de Cisjordania.

Finalmente, la obstinación de Netanyahu en continuar la guerra de Gaza hasta su conclusión de invadir Rafah y eliminar a los combatientes y las bases de Hamas, sin un plan claro para proporcionar una retirada segura a los más de un millón de gazatíes que se han congregado en la ciudad asediada durante la guerra, es probablemente el tema que más indujo a Biden a hablar de Netanyahu en términos… poco diplomáticos.

Pero también hay otro factor, tal vez más importante: con cada gazatí que muere en la ofensiva israelí, Biden está perdiendo apoyo político para su campaña de reelección por parte del ala progresista de su electorado. Es cierto que un operativo bélico importante en Rafah pondrá en peligro a muchos más civiles, incluso si se aplica un plan de evacuación.

Pero curiosamente, aunque Biden le guarde rencor a Netanyahu, también es cierto que el general Benny Gantz, miembro del actual Gabinete de guerra israelí, a quien algunos ven como la alternativa moderada a Netanyahu, apoya la ampliación de la ofensiva en el sur de Gaza y Rafah.

Cabe preguntarse, pues: ¿serán todos los políticos israelíes idiotas, imbéciles, a malas personas? ¿Será Donald Trump este personaje peligroso del que los norteamericanos deberían desembarazarse a la mayor brevedad?

Extrañamente, Vladímir Putin no insulta. 

jueves, 8 de febrero de 2024

Palestina libre, a la conquista del Parlamento Europeo

 

Uno de los principales caballos de batalla del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) en la consulta electoral celebrada en Turquía en 2002 fue el lema: Islamizar la diáspora. Pero pocos gobernantes europeos tomaron en serio en programa electoral del AKP, tal vez partiendo del supuesto de que los partidos prometen, pero no cumplen. ¡Craso error! En el caso de Turquía, la agrupación islámica liderada por Recep Tayyip Erdogan logró que las promesas se materialicen.

Remusulmanizar Turquía e islamizar la diáspora, rezaba en programa del partido de corte religioso, emanación del Refah (Partido del Bienestar), que no logró sobrevivir a los ataques de los sectores laicos de la sociedad, más propensos a aceptar las estructuras irreligiosas del estado moderno creado por Mustafá Kemal Atatürk en 1923.

Pero con el advenimiento del AKP los datos del problema cambiaron radicalmente. Turquía acabó convirtiéndose en un país musulmán respetuoso de los conceptos básicos del Corán y la nutrida diáspora procedente de Anatolia en el… caballo de Troya del islamismo que – según las agrupaciones democristianas del Viejo Continente – amenaza la convivencia confesional europea.

Recientemente, los grandes rotativos alemanes se hacían eco de un proyecto ideado por Erdogan para aprovechar a la diáspora turca como trampolín para llegar al corazón de Europa. Se trataba de la creación – con miras a las elecciones europeas del próximo mes de junio – de un partido turco-alemán, la Alianza Democrática para la Diversidad y el Despertar (DAVA) llamado a aglutinar los votos de la emigración musulmana residente en la República Federal.

Al grito de alarma del democristiano CDU se sumaron las advertencias de algunos medios de comunicación europeos, que denunciaron la amenaza otomana. Es cierto que la diáspora turca representa de la comunidad musulmana más numerosa de Alemania. De los casi 2 millones de inmigrantes, más de la mitad contempla la posibilidad de echar raíces en suelo germano. También es cierto que las políticas de integración del Estado federal fueron mucho más laxas en el caso de los turcos, que gozaron con numerosas ventajas para la obtención de los permisos de residencia, la nacionalización y la inserción laboral. Actualmente, varios ciudadanos de origen turco ocupan puestos clave en los Gobiernos regionales o en la Administración municipal. Pero no serán ellos quienes movilicen a la diáspora para depositar sus votos para el partido auspiciado por Erdogan. Hay otros actores encargados de mover los hilos.

En febrero de 2022, Erdogan recibió en Ankara a una nutrida delegación de la Unión de Demócratas Internacionales (UID), apéndice de su partido en Europa, a la que instó a crear mecanismos capaces de influir en la política nacional de los países de residencia. Asimismo, hizo hincapié en el hecho de que unidos, ningún Estado, partido u organización europea podrán manipularles, pues se convertirán en una comunidad difícilmente ignorada por las fuerzas políticas del Viejo Continente.

 

Al abordar el tema de una posible injerencia de Ankara en las elecciones europeas, los políticos alemanes hacen caso omiso de otra realidad, mucho más impactante: la reciente creación de un grupo de partidos musulmanes nacionales que se presentará a la consulta de junio con la denominación de Palestina libre. Se trata, según sus promotores, de una herramienta capaz de contrarrestar el impacto de los éxitos electorales de la derecha conservadora.

 

Los integrantes de este grupo son: el Partido Andalusí, la agrupación musulmana holandesa NIDA, la Unión Democrática. de los Musulmanes Franceses (UDMF)el Movimiento Islámico Democrático Italiano (MIID), a los que podrían sumarse otros grupos musulmanes europeos o pertenecientes a la diáspora. En principio, los candidatos que obtengan escaños en el Parlamento Europeo se integrarían en la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, materializando el proyecto del islamista egipcio Tarik Ramadan, ciudadano suizo y nieto de Hassan al Banna, fundador de la cofradía de los Hermanos Musulmanes.

 

Curiosamente, nadie menciona en los medios europeos la existencia de la agrupación Palestina libre.

 

Entre los objetivos prioritarios de la recién creada agrupación figuran: la libertad de movimiento de los inmigrantes en suelo europeo, integración multicultural, la lucha contra la islamofobia. Se trata de Temas prioritarios, que figuraban también en los programas de los partidos socialistas y ecologistas alemanes o de las centrales sindicales germanas.

 

¿Caballos de Troya?  La Unión Democrática. de los Musulmanes Franceses (UDMF) asegura que no tiene intención de islamizar Francia; el Partido Andalusí quiso enfatizar que el hecho de enseñar árabe a los niños no debe considerarse de ninguna manera como proselitismo, ya que resta importancia al factor religioso. El Movimiento Islámico Democrático Italiano (MIID), quiere centrar su campaña en el combate contra la política antimusulana del Gobierno de Giorgia Meloni.

¿Y Palestina? Nosotros contemplamos la creación de un nuevo Estado, donde dentro de 100 o 200 años los cristianos, musulmanes y judíos vivirían pacíficamente, señala Driss Mohamed Amar, líder del partido islámico-humanista español.

De momento, la próxima cita de Palestina libre es… con las elecciones europeas del mes de junio. 

viernes, 2 de febrero de 2024

Biden a Netanyahu: elimine al enemigo con gentileza y elegancia

 

El fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre la acusación de genocidio perpetrado por Israel en la Franja de Gaza sorprendió a los inocentes y las almas caritativas. Tal vez no a quienes conocen el funcionamiento de los organismos internacionales, que se rigen siempre por la norma: una de cal y otra de arena. ¿Condenar a Israel? Sí, pero… ¿Satisfacer al régimen surafricano? Por supuesto, pero sin ofender a nadie.

La lectura del primer editorial publicado por el rotativo israelí The Jerusalem Post tras darse a conocer el fallo del Tribunal de La Haya es reveladora: Durante 35 minutos, la Corte Internacional de Justicia se dedicó a vituperar a Israel, pero luego sorprendió al Estado judío al no emitir ninguna orden concreta contra las Fuerzas de Defensa (Ejército)… No hubo dictaminen alguno sobre el cese de las hostilidades ni sobre la retirada de las FDI de Gaza.

Alivio en Israel; satisfacción en Sudáfrica. No hubo descontentos. Una de cal…

Luego surgieron las acusaciones de Tel Aviv sobre la participación de personal de las Naciones Unidas en el ataque del 7 de octubre. ¿La neutralidad de los funcionarios internacionales? Sí, pero en este caso concreto se trata de nacionales de un país en conflicto. ¿Agravante o atenuante? Simple reconocimiento de los hechos.

Durante varias semanas, partidarios y detractores de Israel y Palestina, de los árabes y los judíos, trataron de expresar sus puntos de vista, de manifestar, de imponer públicamente sus creencias. Las intervenciones – no siempre acertadas – de los poderes públicos alimentaron el confusionismo, ensancharon la brecha entre gobernantes y gobernados. ¿Quién defiende la causa justa? ¿Cómo explicar a las víctimas potenciales de un conflicto armado que se encuentran del buen o el mal lado de la Historia? ¿De verdad ello importa?

Lo cierto es que la ofensiva mediática que presenciamos en las últimas semanas nos deparó algunas sorpresas. Entre las más sonadas figura la gestión de la Fiscalía General de Suiza, que confirmó que el Presidente de Israel, Isaac Herzog, había sido objeto de varias denuncias penales durante su visita al Foro Económico Mundial en Davos. La Fiscalía no reveló detalles sobre la naturaleza o el número de las denuncias ni sobre la identidad de los querellantes. Indicó, eso sí, que se pondría en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores suizo para examinar la cuestión de la inmunidad del Presidente. Una gestión que parece insólita en un país que cuenta con numerosas juristas de renombre especializados en el derecho internacional. Pero reconozcámoslo; los habitantes de este país centroeuropeo, que se enorgullece ser el laboratorio de ideas de Europa, viven en… otro mundo.

No, Isaac Herzog, abogado de profesión e hijo de un afamado militar que ostentó dos veces el cargo de Presidente del Estado de Israel, no está involucrado directamente en ningún operativo bélico que podría asociarse el genocidio. Un genocidio que Herzog negó en Davos, alegando el derecho del Estado judío a la legítima defensa.

¿Iniciar un proceso de paz? ¿Contemplar la solución de dos Estados?  Nadie en su sano juicio está dispuesto ahora a pensar en un proceso de paz, manifestó Herzog en Davos. Israel ha perdido la confianza en los procesos de paz porque ve que nuestros vecinos glorifican el terror… esta guerra no es solo entre Israel y Hamás; hay un imperio del mal que emana de Irán, señaló. Decididamente, la postura del laborista Herzog no dista mucho de la del conservador Netanyahu.

Si bien es cierto que a Isaac Herzog no se le podría perseguir por crímenes contra la Humanidad, hay que reconocer que otros destacados políticos israelíes sí fueron involucrados en actos de terrorismo. Se trata de Menájem Begin, antiguo primer ministro de Israel que compartió el Premio Nobel de la Paz con el presidente egipcio Anwar El Sadat, y de Isaac Shamir, también primer ministro de Israel y copatrocinador de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991.

En 1946, siendo Beguín líder del Irgún, una organización paramilitar judía radical, coordinó el atentado contra el Hotel King David de Jerusalén, cuartel general del Gobierno militar británico de Palestina. La explosión acabó con la vida de 91 personas.

Isaac Shamir, miembro del triunvirato que dirigió el Irgún en la misma época, ordenó numerosos atentados y asesinatos, entre otros el del conde sueco Folke Bernadotte, primer enviado de la ONU a Palestina al final de la Segunda Guerra Mundial. Bernadotte fue – conviene recordar – el primer defensor de la solución de los dos Estados.

Tanto Begin como Shamir fueron perseguidos por la justicia europea; ambos tenían inmunidad.

El ambiente eufórico que se adueñó de la plana mayor del Gobierno sudafricano tras darse a conocer el fallo del Tribunal de La Haya resulta difícilmente comprensible para quienes desconocen la complejidad de las relaciones entre Johannesburgo y Tel Aviv. Unas relaciones que se remontan a la época del apartheid puro y duro, del aislamiento impuesto al régimen de Pretoria por la presión internacional. En aquel periodo, el desierto de Namibia se convirtió en el banco de pruebas de los primeros ensayos nucleares israelíes. Las explosiones atómicas no podían ni debían llamar la atención de los vecinos árabes del Estado judío. Siguieron las ventas masivas de armas a Sudáfrica, la cooperación militar…

En 1981, el entonces Presidente sudafricano, Pieter W. Botha, dio luz verde al ultrasecreto proyecto Coast, que contemplaba el acceso de Pretoria a armas químicas y biológicas, indispensables para la defensa del país contra sus enemigos externos: Angola y Mozambique, donde la guerrilla marxista logró hacerse con el poder.

Hacia finales de 1982, el Coast se cobró las primeras víctimas. Se trataba de varios centenares de guerrilleros del SWAPO, detenidos por el ejército sudafricano.

Entre los años 1983 y 1986, se desarrollaron vacunas capaces de provocar la esterilización masiva de hombres y mujeres de raza negra. Curiosamente, alguien alertó a los militantes del Consejo Nacional Africano, partido nacionalista liderado por Nelson Mandela, sobre la existencia del proyecto, en el que supuestamente participaban científicos israelíes. La noticia, divulgada por los rotativos de Tel Aviv, provocó un hondo malestar en el seno de la opinión pública hebrea. Los portavoces oficiales se apresuraron en desmentir la información, anunciando al mismo tiempo el cese definitivo de la colaboración científica con Sudáfrica. Fue a partir de este incidente que el Consejo Nacional Africano empezó a centrar su atención en la lucha del pueblo palestino. En este contexto, los rumores acerca de las inmejorables relaciones entre los actuales Gobiernos de Johannesburgo y Teherán parecen irrelevantes. Pero irrelevantes no significa forzosamente inexistentes…

¿Qué sorpresas nos depara el porvenir?


domingo, 21 de enero de 2024

Netanyahu - accidentado final de trayecto


Trato de hacer memoria. Sucedió hace tiempo; hace más de tres décadas. Jerusalén, 18 de octubre de 1988. El candidato del derechista Likud en las elecciones legislativas, Isaac Shamir, celebraba su enésima rueda de prensa anterior a la contienda electoral. Le preguntamos sobre iniciativa de la OLP de proclamar la independencia de Palestina. El proyecto coincidía, recordémoslo, con el innegable impacto mediático de la primera Intifada. ¿Un Estado Palestino? ¡No habrá jamás un Estado Palestino! aseveró el líder conservador.

Argel, 15 de noviembre de 1988. El Consejo Nacional Palestino (Parlamento de la OLP), reunido en la capital argelina, proclama la independencia de Palestina.  Las emisoras de los países árabes transmiten en directo los debates del Parlamento: …ejerciendo el derecho del pueblo árabe palestino a la autodeterminación, a la independencia política y a la soberanía sobre su territorio, el Consejo Nacional Palestino, en nombre de Dios y del pueblo árabe palestino, proclama la creación del Estado de Palestina sobre nuestra tierra palestina, con su capital en Jerusalén, al-Quds al-Sharif.

No hubo grandes festejos en el sector árabe de Jerusalén. Los pobladores palestinos de la urbe tuvieron que contentarse con esporádicos fuegos artificiales, disparados tras el paso de las patrullas del ejército israelí. La canción Biladi (mí país) convertida en himno nacional, sonó en algunos vecindarios nacionalistas. Mas había que enfrentar los hechos: la ciudad, capital eterna e indivisible de Israel, seguía bajo ocupación. Palestina contaba con su territorio - las tierras ocupadas por el Estado judío en la guerra de 1967 – pero sin soberanía internacionalmente reconocida.

Después de la euforia inicial, los pobladores de la ciudad Tres Veces Santa asistieron a la puesta en marcha de la implacable maquinaria de propaganda israelí, que no tardó en advertir a los países amigos de Tel Aviv sobre la temeridad de posibles actuaciones unilaterales. En este caso concreto, la temeridad consistía en el reconocimiento del Estado Palestino. A la ofensiva del Likud se sumó la voz del recién elegido Presidente de los Estados Unidos, George Bush, antiguo director de la CIA, que tenía sobradas razones para no enemistarse con el establishment israelí.

La proclamación del Estado Palestino fue el detonante de la puesta en marcha de las consultas que desembocaron en la celebración, en 1992, de la Conferencia de Madrid y las discretas negociaciones diplomáticas que llevaron a la firma de los Acuerdos de Oslo. El propio Isaac Shamir decidió corregir su discurso, pasando del no habrá jamás un Estado palestino al más presumible tal vez en un plazo de diez años. Una postura posibilista, que permitía a los sucesivos Gobiernos israelíes celebrar nuevas reuniones destinadas a vaciar de contenido los Acuerdos de Oslo y el Memorando de Wye Plantation. Todos los jefes de Gobierno conservadores - Shamir, Olmert, Sharon, Netanyahu – y sus relevos laboristas - Barak, Ben Ami - navegaron en la misma dirección. La extensión de tierras asignadas a la Autonomía palestina disminuyó considerablemente tras la creación de nuevos asentamientos judíos en Cisjordania. Por si fuera poco, tanto Ariel Sharon como Benjamín Netanyahu manifestaron que el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, había dejado de ser un interlocutor válido en el accidentado diálogo con Tel Aviv. Curiosamente, los datos del problema cambiaron radicalmente después del ataque de Hamas del 7 de octubre del pasado año, cuando Washington y Tel Aviv llegaron a la conclusión de que el único elemento moderado al que podían recurrir era… Mahmud Abbas. Para conquistarlo, israelíes y norteamericanos optaron por recurrir tanto al coqueteo como al chantaje.

El chantaje se ha convertido en la principal baza del actual maratón diplomático meso oriental estadounidense. El Secretario de Estado Antony Blinken se empeñó en convencer al Presidente Erdogan sobre la necesidad de apoyar la postura de Israel en la pugna con los palestinos. ¿A cambio de la entrega de unos cazas F-16? Un error garrafal, teniendo en cuenta la trayectoria ideológica del político turco, hábil negociador y ferviente islamista. O de ofrecer un trato equitativo a Benjamín Netanyahu, persuadiéndole de que Arabia Saudita costeará los gastos para la reconstrucción de Gaza y normalizará sus relaciones con Tel Aviv a cambio del plácet israelí para la creación de un Estado palestino. Tropezó, una vez más, con la negativa rotunda del Primer Ministro hebreo, poco propenso a aceptar la existencia de este Estado, liderado por los elementos moderados de la OLP o por una coalición internacional integrada por saudíes, egipcios, palestinos y… norteamericanos. Netanyahu dejó las cosas claras en su último discurso: El día después de la era Netanyahu habrá un Estado gobernado por la Autoridad Palestina. Él, Netanyahu, no tiene intención alguna de claudicar.  Y ello, pese a la advertencia de Washington: La paciencia de Joe Biden se ha agotado. Aviso a los políticos noveles y las almas caritativas que acaban de descubrir la problemática del conflicto. No hay que tratar de amenazar con la opción de dos Estados ni con la imposición de un Estado creado por Occidente, por países que durante décadas hicieron suya la estrategia de la no intervención unilateral en los asuntos de la región.

En las últimas semanas, la Administración Biden trató de eludir los contactos con Netanyahu a la hora de sentar las bases para posibles soluciones del día después del operativo bélico, recurriendo al diálogo con otros políticos israelíes o representantes de la sociedad civil. Sin embargo, los altos cargos del Departamento de Estado reconocen que, al término del conflicto, alguien tendrá que reconstruir Gaza, alguien tendrá que gobernar Gaza, alguien tendrá que proporcionar seguridad en Gaza. Israel se enfrenta a decisiones muy difíciles en los próximos meses, estiman los jefes de la diplomacia estadounidense. ¿Simple constatación o advertencia? Pero Israel no es una república bananera.

Tampoco los palestinos parecen dispuestos a ceder: el precio pagado por los gazatíes desde el inicio de la operación militar ha sido demasiado elevado.

Subsiste, pues, el doble dilema: Netanyahu no tiene intención de dimitir; tiene cuentas pendientes con la Justicia israelí. El Estado judío no quiere claudicar; tiene cuentas pendientes con… Hamas.